Cinco años después del genocidio, los yazidíes comparten sus historias olvidadas y piden justicia
01 agosto 2019
Roma – Cinco años después de que los milicianos del Estado Islámico (ISIS, por sus siglas en inglés) pusieran en marcha el genocidio contra la comunidad yazidí en Sinjar, en el norte de Irak, cientos de miles de yazidíes siguen desplazados y viviendo en condiciones muy duras. El Servicio Jesuita a Refugiados (JRS) hace un llamamiento a la comunidad internacional para que se garantice la seguridad de los yazidíes y se apoye la reconstrucción, inclusión y sostenibilidad en Sinjar. Las autoridades locales están predispuestas a facilitar / implementar / proporcionar unas soluciones dignas a medio plazo para aquellas personas sin perspectivas de un retorno voluntario.
Los ataques del ISIS, que comenzaron el 3 de agosto de 2014, se saldaron con la muerte de miles de personas: las Naciones Unidas estiman que unos 5.000 hombres yazidíes murieron en la masacre. Los varones yazidíes que se negaron a convertirse al Islam fueron ejecutados y arrojados en fosas comunes; muchos niños fueron obligados a convertirse en niños soldados. Se calcula que unas 7.000 mujeres y niñas yazidíes, algunas de ellas de apenas nueve años, fueron esclavizadas y trasladadas por la fuerza a zonas de Irak y del este de Siria. Víctimas de la esclavitud sexual, las sobrevivientes cuentan haber sido vendidas, regaladas o intercambiadas una y otra vez por los combatientes del ISIS.
Las Naciones Unidas reconocieron, en 2016, estas atrocidades como genocidio. Fueron tantos los yazidíes desaparecidos que, en un primer momento, la esclavitud de las mujeres no llegó a llamar la atención internacional. Más de 3.000 mujeres siguen, hoy en día, desaparecidas.
Los combatientes kurdos y yazidíes retomaron el control de Sinjar en noviembre de 2015, pero la situación de seguridad sigue siendo inestable. Las minas antipersona y las trampas explosivas están por doquier en el área, lo que dificulta la ya difícil tarea de la reconstrucción. No hay un suministro regular de agua o electricidad; fuera de las principales poblaciones, viven sin escuelas ni hospitales. Las oportunidades laborales son mínimas. Solo una cuarta parte de los pobladores yazidíes originarios de Sinjar han intentado regresar a sus pueblos en ruinas. Unas setenta fosas comunes siguen abiertas y sin protección.
Actualmente, 300.000 yazidíes viven en campamentos de desplazados o asentamientos informales dispersos en la región del Kurdistán, en el norte de Irak, concretamente en la prefectura de Duhok. Viven expuestos a condiciones climáticas extremas y siguen sufriendo los problemas derivados de unas infraestructuras inadecuadas de agua y saneamientos.
Las condiciones de vida precarias, la falta de estabilidad en la región y la constante sensación de miedo e inseguridad están dificultando la recuperación física y emocional de los sobrevivientes del genocidio. Las pocas perspectivas de una salida a su situación han provocado un fuerte aumento de suicidios, trastornos por estrés postraumático, trastornos del comportamiento y depresión aguda. Hay una alta incidencia en cuanto a tendencias suicidas en los yazidíes de entre 15 y 25 años. La gente joven está perdiendo la esperanza en su futuro.
“¿Dónde están nuestros hombres, mujeres, niños y niñas? Sabemos que todavía se encuentran en los campamentos en Siria, pero están demasiado asustados como para decir que son yazidíes,” dice Layla, que pasó dos años cautiva en Al Raqa, Siria, antes de que su hermano pudiera rescatarla del ISIS. «Mi familia sigue desaparecida. La vida es muy dura, y nuestras casas han sido bombardeadas. Queremos volver a confiar, y queremos protección.”
La mayoría de los yazidíes sientan que han sido olvidados. Para conmemorar el quinto aniversario del genocidio, el JRS está compartiendo las historias de los sobrevivientes para que se escuchen sus voces. En la campaña #DoNotForgetUs (No nos olviden) sabremos qué le ocurrió a la población yazidí a través de las historias de Layla, Najah, Bahar y otros, y conoceremos sus temores y esperanzas en el futuro.
El JRS está atendiendo desde octubre de 2014 a los yazidíes desplazados en el norte de Irak. El personal del JRS realiza visitas domiciliarias y proporciona asistencia material a las familias más vulnerables. También gestiona centros de aprendizaje que ofrecen programas educativos estructurados para niños y jóvenes, así como educación para adultos y formación en habilidades. El JRS ha realizado grandes esfuerzos para proporcionar salud mental profesional y apoyo psicosocial a los sobrevivientes del genocidio para que puedan redescubrir la esperanza. Pedimos al mundo que se una a nosotros para apoyar a la población yazidí. No los olvidemos.
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