Irak: Yazidíes en busca de esperanza para crecer nuevamente

03 agosto 2019

El 3 de agosto de 2014, el Estado Islámico (ISIS) puso en marcha un genocidio en Sinjar, una ciudad del norte de Irak, donde Nadia* vivía con su familia. Ella consiguió huir al Monte Sinjar con sus hermanas gracias a que alguien las alertó sobre el peligro inminente; sin embargo, a los pocos días, fueron capturadas cuando trataban de regresar al pueblo para buscar comida. Los miembros de la familia fueron separados. Nadia tenía ocho años en ese momento.

Luego llevaron a Nadia a una escuela en Mosul junto con cientos de otras mujeres yazidíes. Allí, fueron separadas por edades. Las jóvenes fueron llevadas en autobús a Al Raqa, en Siria. Nadia pasó siete meses en un lugar que ella describe como una prisión. Allí la vendieron a un hombre mayor, pero cuando este murió, la trasladaron varias veces de una ciudad a otra, pasando de un hombre a otro. Al final de su cautiverio, fue entregada a un joven irakí de 19 años con quien la obligaron a casarse.

Un día, su esposo no regresó a su casa y Nadia huyó. Se dirigió a un campamento de desplazados en Baghouz, en el este de Siria, donde muchos yazidíes se habían refugiado. El 2 de mayo de 2019, Nadia se reunió con su familia, casi cinco años después de haberlos visto por última vez.

 

Hassan* es un joven de la ciudad de Tel Qassab, en el norte de Irak. Fue secuestrado y adiestrado para convertirse en soldado. A los nueve años, la mente de Hassan ha quedado marcada por imágenes de violencia, palizas y torturas que lucha por olvidar. «Siempre nos golpeaban y, a veces, no nos daban comida. Nos enseñaban a coger las armas y a leer el Corán. Si no lo leía, no podía salir de la habitación.» Hassan puede enumerar los diferentes tipos de armas que aprendió a usar de la misma manera que otro niño de su edad recitaría la alineación de su equipo de fútbol favorito.

Siempre nos golpeaban y, a veces, no nos daban comida.
Hassan, sobreviviente del genocidio yazidí

Layla, de 32 años, vivía en Bahzani cuando fue secuestrada por el Estado Islámico y forzada a convertirse en esclava sexual. La vendieron nueve veces. Los 19 miembros de su familia tuvieron un destino similar. “[La gente del] Estado Islámico nos dijo que éramos impíos, pero los yazidíes no son los que están sometiendo a las niñas a violencia sexual, ni los que cometen asesinatos o se llevan a los niños por la fuerza. Entonces, ¿cómo es que somos nosotros los impíos?»

Los yazidíes no son los que están sometiendo a las niñas a violencia sexual, ni los que cometen asesinatos o se llevan a los niños por la fuerza. Entonces, ¿cómo es que somos nosotros los impíos?
Layla, sobreviviente del genocidio yazidí

Layla ha sido entrevistada por muchos medios de comunicación internacionales e incluso compartió su historia en un libro, «Layla y las noches de dolor«. Sin embargo, ella siente que nada ha cambiado desde la derrota y la retirada del Estado Islámico (ISIS), y que muchos de los que participaron en el genocidio contra los yazidíes han regresado a sus casas con total impunidad. No acaba de ver por qué tiene que contar su historia, pero cree que es mejor que quedarse callada.

 

A Najah, de 23 años, le resultó más difícil compartir su historia. Cuando el Estado Islámico llegó a su aldea, Shingai, huyó con su hermano a una casa cerca de las montañas, pero el dueño de la casa los traicionó. Najah luchó con todas sus fuerzas para no separarse de su hermano. Ella les dijo que era demasiado joven para estar solo, pero uno de los hombres la amenazó con violencia. Ella mintió cuando le preguntaron por su edad, diciendo que tenía 20 años cuando en realidad solo tenía 18. También fingió ser la madre de un bebé, con la esperanza de que esto persuadiera a los hombres de dejarla sola, pero no sirvió de nada. Los combatientes del ISIS la secuestraron junto a otras mujeres a las que sometían a palizas diarias.

Un día, un hombre la sacó del grupo y se la llevó. “Él me torturaba. Todas las noches, me ataba y me pegaba.” Después de un año de sufrir estos abusos, su torturador le dijo a Najah iba a desposarla. Ella se negó, pero él la obligó. Pasaron más de dos años antes de ser liberada. Najah ahora ha regresado a casa, pero piensa constantemente en los cientos de mujeres y niñas desaparecidas que aún pueden sufrir torturas en su cautiverio o haber sido asesinadas.

Él me torturaba. Todas las noches, me ataba y me pegaba.
Najah, sobreviviente del genocidio yazidí

Hussein* y su familia fueron secuestrados el 3 de agosto de 2014. Primero, lo trasladaron con uno de sus hermanos a Al Raqa, Siria, pero no tardaron en separarlos. A los nueve años lo vendieron como esclavo a una familia local. El abuso en su nuevo hogar era constante. Incluso beber agua sin permiso era motivo de un castigo violento.

Unos meses después, fue vendido a otro matrimonio. La mujer era amable con él, pero su esposo los golpeó a ambos cuando descubrió que ella había estado ayudando a Hussein en sus tareas. Finalmente, Hussein fue rescatado por las fuerzas militares locales y regresó a Irak. Ahora vive con su abuela en Sharya, en el norte de Irak, pero aún no sabe qué pasó con sus padres o hermanos.

 

*Todos los nombre se cambiaron para proteger la privacidad y seguridad de los menores involucrados.

 

Todas las fotos son de Sergi Camara.