En la República Democrática del Congo, los desplazados encuentran esperanza gracias al apoyo psicosocial
20 mayo 2024
Desde 2022, en el este de la República Democrática del Congo, más de siete millones de personas asisten impotentes a atrocidades cotidianas: asesinatos, violencia de género (VG) e incendios de pueblos. Se ven obligados a huir a las afueras de las grandes aglomeraciones urbanas. Entre estas personas hay, por desgracia, muchas mujeres embarazadas o en período de lactancia, madres solteras, mayores y personas con discapacidad, todos afectados por los efectos secundarios de la guerra.
Chinelo*, de 25 años, originaria de Bweremana vive en el campamento de Lushagala, situado en la carretera entre Goma y Sake, en la provincia de Kivu del Norte.
«Estaba en el mercado cuando estalló la guerra, huí siguiendo a un grupo de personas sin saber adónde iban. Acabé en Sake, a 25 kilómetros de mi pueblo».
Chinelo estaba embarazada y, durante el viaje, a menudo se sentía sola y desorientada. Un día, se le acercaron unos trabajadores del JRS para hablarle. «Esto me llenó de esperanza. Durante los últimos meses de mi embarazo, el JRS me proporcionó apoyo psicosocial, lo que significó mucho para mí. Escuchar las historias de los demás e intercambiar experiencias me permitió liberarme y este apoyo fue extremadamente útil». Gracias a los ejercicios de relajación, pudo sentirse más tranquila. «Me di cuenta de que tenía que proteger a mi hijo y a mí misma a pesar de las adversidades».
A través de un proyecto financiado por la Conferencia Episcopal Italiana (CEI), centrado en la educación secundaria, el JRS también ofrece apoyo psicosocial a los progenitores (60% mujeres), profesores (60% mujeres), refugiados y desplazados de Mugunga, Sake, Sasha, Bweremana y Minova (Kivu del Norte/Sur, RDC).
Este proyecto es posible gracias al apoyo financiero de la Iglesia católica, que destina parte de su cuota del ocho por mil de los ingresos fiscales totales a actividades caritativas que promueven el desarrollo de las personas.
Se trata de un pequeño porcentaje de los impuestos sobre la renta que los contribuyentes italianos están obligados a destinar a una de las determinadas entidades religiosas reconocidas por el Estado italiano, como, por ejemplo, la Iglesia católica.
Actualmente, Chinelo vende leña y con eso se mantiene a sí misma y a su familia. «Recibo apoyo psicosocial y asistencia según mis necesidades. Ahora espero que mi hijo tenga la oportunidad de acceder a una educación segura y de calidad», concluye.
*se le ha cambiado el nombre para proteger su identidad.