Irak: Encontrar la esperanza como sobreviviente Yazidí
05 diciembre 2018

Shariya – En agosto de 2018 se conmemoraba el cuarto aniversario del genocidio yazidí en el distrito de Sinjar, en Irak, en la provincia de Nínive, en el norte del país. La situación en Irak dista aún de ser estable, y hay una apremiante necesidad de brindar ayuda a más de 300.000 sobrevivientes del genocidio yazidí desplazados por la violencia del Estado Islámico (ISIS).
El Servicio Jesuita a Refugiados (JRS) ha estado sirviendo a los yazidíes desplazados por el genocidio desde octubre de 2014. El personal del JRS realiza visitas domiciliarias y ofrece asistencia material a las familias más vulnerables. El JRS también dirige centros de enseñanza con programas educativos pensados para niñas, niños y jóvenes, así como educación para adultos y formación profesional. El JRS ha hecho un esfuerzo especial para proporcionar salud mental profesional y apoyo psicosocial a los sobrevivientes del genocidio.
Uno de estos sobrevivientes es Khudeda. Un día de agosto de 2014, Khudeda estaba jugando a fútbol con su hijo cuando vieron correr a una multitud de personas aterradas. Khudeda y su hijo también salieron corriendo. Ese día, su esposa y otros hijos estaban fuera de casa y Khudeda supuso que ya se habían puesto a salvo.
Khudeda y su hijo huyeron hacia el Monte Sinjar, donde permanecieron escondidos durante más de dos semanas sin comida ni agua. Otros miles de yazidíes se escondieron en las montañas en condiciones terribles. La deshidratación, la fatiga y el miedo hicieron mella en ellos. Khudeda admitió que perdió toda esperanza, no solo por las condiciones extremas a las que se enfrentaba, sino también porque no sabía qué le había sucedido al resto de su familia. Finalmente, decidió regresar a Sinjar para buscarlos y conseguir comida y agua. El ISIS seguía ocupando la ciudad, y muchos de los que habían intentado regresar fueron asesinados por los terroristas. A pesar del peligro, Khudeda buscó en la ciudad cualquier noticia sobre su familia. No encontró nada más que destrucción.
Durante años, Khudeda ha persistido en la búsqueda de su familia. Recibió llamadas telefónicas de amigos, e incluso una de su hijo, diciéndole la ubicación de su esposa e hijos, pero los mensajes se contradecían. Finalmente las llamadas cesaron. Tras perder la esperanza de encontrar a su familia, decidió irse a Siria. Se deprimió y comenzó a olvidar cosas. Vivía con miedo y, debido a su situación psicológica, no se encontraba en condiciones de trabajar.
Khudeda tiene una hija, Magina, que tenía solo ocho años cuando el ISIS la capturó junto a su madre y hermanos en Sinjar. En cautiverio, le exigieron convertirse al Islam, olvidar su lengua kurda nativa y la separaron de su familia. Fue vendida a varias familias diferentes y soportó condiciones de vida terribles. Después de cuatro años, vio una fotografía de su padre en Internet con un mensaje pidiendo noticias de su familia. Magina contactó a Khudeda, y finalmente se reunieron; después de tanto tiempo, apenas la reconoció. Ahora viven juntos en Shariya. Khudeda no ha perdido la esperanza de reencontrarse con su esposa y otros hijos algún día.
