El papa Francisco y su viaje de diez años con los desplazados

13 marzo 2023

El papa Francisco da la bienvenida a los migrantes. (Servicio Jesuita de Refugiados)
El Papa Francisco visita a los refugiados en el Centro Astalli/JRS italia (Servicio Jesuita a Refugiados)

Cada uno de vosotros, queridos amigos, lleva una historia de vida que nos habla de dramas de guerras, de conflictos, a menudo ligados a las políticas internacionales. Pero cada uno de vosotros lleva sobre todo una riqueza humana y religiosa, una riqueza para acoger, no para temer. Muchos de vosotros sois musulmanes, de otras religiones; venís de varios países, de situaciones diversas. ¡No debemos tener miedo de las diferencias! La fraternidad nos hace descubrir que son una riqueza, un don para todos. ¡Vivamos la fraternidad!

Con estas palabras, el papa Francisco se dirigió a los refugiados en el comedor del Centro Astalli, en 2013. El Centro Astalli es el Servicio Jesuita a Refugiados en Italia y uno de los primeros proyectos que el padre Pedro Arrupe, SJ, puso en marcha, a principios de la década de 1980.

Desde aquellos primeros días de 2013, a lo largo de sus diez años de pontificado, el papa Francisco ha modelado y predicado un Dios de justicia y misericordia. Ha hecho de las dificultades a las que se enfrentan los migrantes y refugiados en todo el mundo un tema clave, no solo con palabras, sino también con acciones. El ejemplo más reciente ha sido su visita a Sudán del Sur y a la República Democrática del Congo, en febrero de 2023, donde se reunió con líderes comunitarios y personas desplazadas.

En los últimos años, un sentido equivocado de autopreservación ha llevado a una obsesión por mantener a los migrantes lejos de las fronteras nacionales y esto ha cerrado los corazones y las mentes a la realidad de las esperanzas, los miedos y las aspiraciones de algunas de las personas más necesitadas del mundo. El papa Francisco sugiere que quienes vivimos en la comodidad y la seguridad necesitamos escuchar sus historias y apreciar la imagen completa de sus viajes. A lo largo de los años de su pontificado, ha mantenido constantemente su compromiso y ha expuesto una visión clara y radical hacia un enfoque alternativo y más humano de los retos de la migración involuntaria.

Una de las contribuciones singulares del papa Francisco a la hora de abordar la cuestión de la migración ha sido insistir en realizar «viajes personales» con migrantes y refugiados, o «gestos de cercanía»: para ver, escuchar y acoger; para proteger; para asistir e integrar; para buscar soluciones a largo plazo. Se inspira en las propias palabras de Jesús: «Tratad a los demás tal y como queréis que ellos os traten a vosotros.», como se recuerda en Lucas 6:31.

El pontificado del papa Francisco coincide con el aumento del número de desplazados en todo el mundo, que ha alcanzado su nivel más alto desde el final de la Segunda Guerra Mundial, en lo que muchos han denominado una «crisis de refugiados». Curiosamente, el papa Francisco ha cambiado brillantemente el énfasis al insistir en que debemos reconocer la crisis como una crisis de solidaridad.

Al igual que sus predecesores, el papa Francisco se ha basado en elementos fundamentales de la fe cristiana y de la doctrina social católica para desarrollar una visión clara y radical de un enfoque alternativo y más humano de los retos de la migración involuntaria. A lo largo de su pontificado, el papa Francisco ha aprovechado su posición como líder espiritual y moral en la escena mundial para hablar sobre los migrantes. Ha mostrado una profunda compasión, pero ha ido más allá, poniendo a las personas marginadas en el centro de la respuesta:

Una política justa es la que se pone al servicio de la persona, de todas las personas afectadas; que prevé soluciones adecuadas para garantizar la seguridad, el respeto de los derechos y de la dignidad de todos; que sabe mirar al bien del propio país teniendo en cuenta el de los demás países, en un mundo cada vez más interconectado (papa Francisco, 2018, #6).

El papa Francisco nos recuerda que la humanidad entendida como «familia» y el planeta Tierra como «hogar» nos llama moralmente hacia un compromiso constante de cuidar, defender y trabajar por el desarrollo de la humanidad.

En la última década, el papa Francisco ha sabido transmitir a las iglesias locales sus inquietudes y también ha sabido ir más allá del público católico, inspirando a mujeres y hombres de otras confesiones o no creyentes, que han descubierto en el mensaje cristiano muchos valores compartidos. Uno de estos valores es claramente la necesidad del «encuentro» como la forma de interconectar correctamente el mundo dislocado donde los refugiados son invisibles hacia un mundo reconciliado donde las relaciones y la comunidad los colocan en el centro. Es esta relación física y cercana con los que están en los márgenes la que no solo nos convertirá a cada uno de nosotros, sino que en última instancia conducirá a los líderes políticos y sociales hacia «un mejor tipo de política».

En su viaje con los desplazados, el papa Francisco parece decirnos hasta qué punto nos ofrecen una oportunidad para descubrir partes ocultas de la humanidad y profundizar en nuestra comprensión de las complejidades de este mundo. Tal vez este sea —y será— su legado: es a través de los migrantes y refugiados que se nos invita a encontrar a Dios y a encontrar un modelo justo para nuestras sociedades que proporcione un futuro para todos, «incluso si a nuestros ojos les cuesta trabajo reconocerlo» (papa Francisco, 2020, #6 citando a la Homilía, 15 de febrero de 2019).

Cada día, aquí y en otros centros, muchas personas, en prevalencia jóvenes, se ponen en fila por una comida caliente. Estas personas nos recuerdan sufrimientos y dramas de la humanidad. Pero esta fila nos dice también que hacer algo, ahora, todos, es posible. Basta con llamar a la puerta e intentar decir: «Yo estoy aquí. ¿Cómo puedo echar una mano?» (papa Francisco, 2013, en su visita al Centro Astalli de Roma).

 

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