Kenia: Educación para todos, un niño a la vez

19 julio 2019

Los que asisten a los centros de formación del JRS siguen un horario diario que les da tiempo para la preparación académica, la alimentación, la higiene, y los juegos creativos. (Servicio Jesuita a Refugiados)
Los que asisten a los centros de formación del JRS siguen un horario diario que les da tiempo para la preparación académica, la alimentación, la higiene, y los juegos creativos. (Servicio Jesuita a Refugiados)

Kakuma – El Servicio Jesuita a Refugiados (JRS) lleva a cabo un proyecto en el campamento de refugiados de Kakuma, en el noroeste de Kenia, enfocado en la protección y educación de los niños y niñas que viven con discapacidades.

En 2009, el JRS vio la necesidad de un proyecto que ofreciera ayuda adicional a estos niños y niñas. Con anterioridad, los trabajadores comunitarios del JRS habían estado visitando hogares en el campamento de Kakuma, específicamente donde vivían las familias de niñas y niños con discapacidades. Si bien el objetivo inicial de las visitas domiciliarias se centraba en dar apoyo psicosocial, una evaluación participativa de las necesidades sacó a la luz un problema más amplio. Los niños y adultos con discapacidades, especialmente aquellos con disfunciones intelectuales o motoras, solían quedar confinados en su hogar, sin supervisión y en situación de vulnerabilidad. Las numerosas responsabilidades de los padres y las familias limitaban su capacidad de atenderlos adecuadamente, y la estigmatización general limitaba los espacios físicos en el campamento para estos niños y niñas. Esto llevó al JRS a buscar una manera de satisfacer las necesidades educativas de esta población y fomentar a la vez su participación social.

Para ello, el JRS abrió un centro de día, atendido por cuidadores locales y personal capacitado, que diera supervisión, masajes terapéuticos, formación para la vida diaria y atención general. Este modelo proporciona un espacio seguro en el que niñas y niños reciben apoyo y protección psicosocial. Tras el éxito del proyecto, se abrieron tres centros más en el campamento de Kakuma, que atienden a un promedio de 200 niños cada año.

Un niño recibe formación sobre actividades cotidianas como lavarse los pies. (Servicio Jesuita a Refugiados)
Un niño recibe formación sobre actividades cotidianas como lavarse los pies. (Servicio Jesuita a Refugiados)

El proyecto incluso se ha ampliado para incluir actividades de divulgación para niñas y niños dentro del hogar, grupos de apoyo familiar y eventos de sensibilización comunitaria. Elizabeth Wanjiku ha trabajado como coordinadora del proyecto los últimos dos años. Desde su cargo, ha visto los cambios en el tiempo. «El proyecto está llegando directamente al niño a través de los centros y, a través de ese servicio, también llega y apoya a las familias, lo que sirve para ampliar realmente el impacto del proyecto.»

El proyecto está llegando directamente al niño a través de los centros y, a través de ese servicio, también llega y apoya a las familias, lo que sirve para ampliar realmente el impacto del proyecto.
Elizabeth Wanjiku, coordinadora del proyecto

Desde 2016, el JRS ha realizado esfuerzos adicionales para permitir que los niños con discapacidades se trasladen a espacios compartidos dentro de la comunidad. Además de gestionar los centros de día del campamento, el JRS también ha trabajado con el sistema escolar formal para ayudar a proporcionar acceso educativo a los niños que están preparados para la transición a un entorno de aprendizaje más formal. A pesar de los múltiples problemas del sistema educativo en Kakuma, 73 niños pudieron integrarse en el sistema educativo formal en 2017. El JRS ofreció apoyo a los niños y sus familias durante la transición, y hace un seguimiento de sus progresos periódicamente para garantizar que sus necesidades queden satisfechas.