Kenia: Abordando el problema de las barreras a la educación de las niñas
26 marzo 2019
“Me di cuenta de que haber nacido mujer no era ningún problema. Por primera vez fui consciente de que Dios tiene un plan para mi vida como mujer. Solo tengo que hacer realidad mis sueños.” Esta es una reflexión que Grace compartió durante un reciente taller para estudiantes refugiados organizado por el Servicio Jesuita a Refugiados (JRS) en Nairobi, Kenia. El taller reúne a las estudiantes para que puedan compartir los desafíos a los que se enfrentan como jóvenes refugiadas y tratar de encontrar soluciones. Las chicas deben superar obstáculos concretos para acceder a la educación, y una de las ideas que salieron del taller fue que las soluciones deben surgir desde las propias niñas. El cambio se sostiene en su capacidad para imaginar un futuro diferente para ellas mismas.
A pesar de que la educación es un derecho humano reconocido, sigue estando lejos del alcance de la mayoría de las niñas y niños refugiados. Según un informe publicado por el JRS USA, las niñas refugiadas están apenas representadas en la educación. En todo el mundo, hay 7,4 millones de niñas y niños refugiados en edad escolar, de los cuales la mitad son mujeres. Las niñas tienen 2,5 veces más probabilidades de quedar fuera de la escuela que los niños.
Para hacer frente a este desequilibrio, el JRS implementa un enfoque de discriminación positiva en el momento de la inscripción en sus programas educativos. En Nairobi, Kenia, el JRS está apoyando a 66 estudiantes refugiados en educación secundaria y postsecundaria. La educación postsecundaria incluye los estudios universitarios formales, pero también formación profesional en enfermería, informática y contabilidad. De los 54 estudiantes matriculados en secundaria, 35 son niñas. Sin embargo, si comparamos, solo 4 de los 12 estudiantes en cursos de postsecundaria son mujeres. El hecho de que haya menos muchachas en educación postsecundaria se debe al examen del Certificado de Educación Secundaria de Kenia (KCSE), que determina la admisión en las universidades públicas. Compaginar los estudios con las tareas domésticas y las presiones de sus familias para que se casen no facilita las cosas a la hora del examen. Las jóvenes refugiadas que logran ser admitidas en la universidad siguen siendo la excepción.
Los esfuerzos del JRS por incluir a las niñas son un primer paso para enfrentar el desequilibrio de género, pero no basta para resolver el problema. Las normas y creencias sociales y culturales prevalentes sobre el género dentro de las comunidades de refugiados también son
factores importantes que las frenan. En muchos lugares, los padres y las mismas comunidades tienen puntos de vista negativos sobre la educación de las mujeres o no le ven el valor.
Catherine, de Sudán del Sur, tenía 13 años cuando decidió huir de casa. Su padre quería casarla con un hombre mucho mayor, y ella temía que esto pudiera arruinarle cualquier posibilidad de tener una educación. Con la ayuda de sus primos, logró cruzar la frontera hacia Kenia y se instaló en el campamento de refugiados de Kakuma. Allí, se matriculó en la escuela de primaria y, al finalizar, se trasladó a Nairobi para continuar sus estudios en un instituto de secundaria. Ahora, con 23 años, está decidida a seguir sus estudios hasta alcanzar su sueño de convertirse en abogada.
Si bien los padres suelen priorizar la educación de los niños cuando los recursos son limitados, este no es siempre el caso. Hope, una chica de 17 años de Sudán del Sur, carecía de los medios para ir a la escuela. «En mi familia, no hay dinero para la educación de las niñas, solo mis hermanos tienen derecho a ir a la escuela.» Vino al JRS porque no le quedaban más opciones. “Sin esta beca, no tendría ninguna esperanza. Me entregarían en matrimonio igual que a mi madre y a mis hermanas mayores. Pero yo no quiero casarme, todavía. Tengo muchas ganas de ir a la escuela. Quiero ser abogada.”
Dar respuesta al problema del desequilibrio de género en la educación de los refugiados requiere un enfoque multidisciplinar que plantee una movilización de recursos y una planificación sensible al género. Como indica el informe de políticas, solo se producirán cambios significativos cuando se realicen esfuerzos concertados para enfrentar las mentalidades y normas sociales que se interponen en el camino de la educación de las niñas. Hasta que las comunidades no empiecen a valorar por igual la educación de niñas y niños, los sueños de ellas de una vida mejor seguirán sin hacerse realidad hasta la próxima generación.
* Todos los nombres han sido cambiados para proteger la identidad de las personas.