Estados Unidos: De un campamento de refugiados a la Universidad de Georgetown
18 febrero 2019
Washington D.C. – Aunque nunca ha vivido cerca de la frontera que separa Estados Unidos y México, Indra Acharya escucha con gran interés el debate en los EE.UU. sobre la seguridad fronteriza. Hijo de refugiados butaneses, ha crecido en un campamento de refugiados en Nepal, donde ha pasado más de la mitad de su vida rodeado de rejas.
A principios de la década de los 90, los padres de Acharya formaban parte de las cerca de 100.000 personas de etnia nepalí que fueron expulsadas del sur de Bután como parte de la política de «Una nación, un pueblo» promulgada por el gobierno. Después de perder las tierras, sus padres huyeron a un campamento de refugiados en Nepal, donde pasaron aproximadamente dos décadas de su vida. Y allí nació Acharya.
Acharya y su familia tuvieron que soportar condiciones de vida muy duras en el campamento de refugiados. “Nunca había suficiente comida. Nunca tuve ropa nueva. Nuestras camas eran de barro. El campamento estaba sobrepoblado,» dice Acharya. El padre de Acharya murió en el campamento de refugiados por falta de suministros médicos.
Lo único que salvó a Acharya en el campamento fueron los años que pasó estudiando en una escuela dirigida por el Servicio Jesuita a Refugiados (JRS). Acharya no sabe dónde estaría sin la educación proporcionada por el JRS.
Acharya siguió priorizando la educación cuando fue reasentado con su madre en los Estados Unidos en 2012. «La agencia de reasentamiento me sugirió que me pusiera a trabajar de inmediato, pero mi plan era conseguir una educación y graduarme en la universidad,» dice Acharya.
Después de instalarse en su nuevo hogar, Acharya se inscribió en un programa dual que le permitió completar la escuela secundaria y, al mismo tiempo, tomar clases en una universidad estatal. Quizás lo más gratificante de todo fue que lo aceptaran y consiguiera una beca completa para la Universidad de Georgetown en 2014. Años después, Acharya no ha olvidado las importantes lecciones de vida que los jesuitas le enseñaron en la escuela del JRS.
Como alguien educado por los jesuitas y antiguo refugiado, no es de extrañar que a Acharya le preocupe la retórica contra los refugiados y migrantes utilizada por algunos políticos. Sin embargo, no es algo que no haya visto antes. «A mi padre le golpeaban cuando salía del campamento para tratar de ganar un poco de dinero trabajando en la construcción,» dice Acharya. «Los locales en general no nos vieron como víctimas de la violencia, sino como competidores para sus empleos y recursos.»
Al azuzar temores similares, el actual gobierno de los Estados Unidos ha podido reducir drásticamente el programa de reasentamiento de refugiados en el país. Unos 54.000 refugiados fueron admitidos en los Estados Unidos en 2017, frente a los 85.000 del año anterior. Este año el límite de admisión de refugiados se redujo a 30.000.
Acharya cree que es necesario cambiar los corazones de las personas antes de que la política pueda cambiar, y esto solo puede hacerse a través del diálogo.
Vivimos en un mundo donde los conflictos siguen generando cada vez más refugiados. No obstante, Acharya está convencido de que si vemos las caras de los refugiados y escuchamos sus historias, podremos destruir conceptos erróneos y crear soluciones prácticas que alivien el sufrimiento humano.
Este artículo se publicó originalmente el 8 de febrero de 2019 en la web de la Compañía de Jesús.