Una refugiada bielorrusa lucha por la justicia en las escuelas italianas
09 julio 2024|Darya, refugiada bielorrusa en Italia que colabora con el Centro Astalli/JRS Italia
Me llamo Darya y soy de Bielorrusia, donde el presidente Aleksandr Lukashenko gobierna el país ininterrumpidamente desde 1994.
Desde entonces, mi pueblo ha sido testigo de una progresiva restricción de las libertades civiles y políticas. Durante las elecciones presidenciales, que deben celebrarse cada cinco años, pasa que los candidatos de la oposición son detenidos y encarcelados ilegalmente durante años, o desaparecen en el aire sin que se vuelva a saber de ellos.
Yo misma, cuando fui observadora independiente dentro de los colegios electorales en 2020, fui testigo de numerosas violaciones durante el transcurso de las elecciones. Como activista civil, también participé en manifestaciones pacíficas en la capital, Minsk, junto con miles de personas que expresaban su disconformidad con el Gobierno.
Debido a mi compromiso civil y político, sufrí una grave persecución por parte del Estado; amenazaron con detenerme y condenarme a años de cárcel. Me dijeron que se llevarían a mi hijo y lo meterían en un orfanato. No podía permitirlo. Así que me vi obligada a abandonar mi país y llevármelo a un lugar seguro.
Llegamos a Italia en julio de 2021 y en diciembre de ese año obtuve el estatus de refugiada. No fue fácil empezar de cero en un país nuevo, pero no me rendí, ni por mí ni por mi hijo. Hoy tengo trabajo y vivimos en un bonito piso, lleno de sol.
Hoy ya no me siento una víctima. Me he hecho fuerte, más fuerte que antes. Ahora puedo contar todo lo que he vivido y lo que pasa en mi país. Lo hago con estudiantes*, chicos y chicas un poco mayores que mi hijo. Escuchar historias y experiencias como las mías puede ayudarlos a analizar críticamente la realidad que los rodea y a convertirse en ciudadanos conscientes, capaces de cambiar el mundo y hacerlo más justo. Les cuento que aún hoy en Bielorrusia hay unos 1 600 presos políticos que cumplen condena por cargos ficticios. En la cárcel son sometidos a torturas y violencia, no les dan agua limpia para beber ni comida suficiente. Las celdas son pequeñas y las personas no ven el sol durante años. Su única culpa, la misma que la mía, fue la de exigir democracia y derechos.
Ahora, por fin, he retomado las riendas de mi vida y siento que cada día estoy más cerca de poder realizar mi sueño, ayudar a los demás. Ayudar a quienes, como yo, se vieron obligados a huir de aquella pesadilla.
Junto con un grupo de compatriotas, ayudamos a otros ciudadanos bielorrusos, antiguos presos políticos, que han llegado aquí a Italia, para guiarlos y apoyarlos en su camino hacia la inclusión. No quiero que otras personas se encuentren en dificultades, como me ocurrió a mí. Llegar a un país que no es el tuyo, cuyo idioma, leyes y burocracia desconoces, te hace sentir extremadamente solo.
Lamentablemente, hasta que Bielorrusia no se libere de la dictadura, no podremos volver a casa. Sin embargo, con esfuerzos conjuntos, ayudándonos y apoyándonos mutuamente, podemos intentar reconstruir nuestras vidas aquí y volver a sentirnos libres.
* Darya colabora con el Centro Astalli/JRS Italia a través del proyecto «Finestre – Storie di rifugiati». Un proyecto creado en 2002 para fomentar la reflexión, especialmente entre jóvenes y estudiantes, sobre el tema del exilio, en particular a través del contacto directo con los refugiados y la escucha de sus historias de vida.
*este artículo fue publicado originalmente por el Centro Astalli/JRS Italy (el artículo está en italiano).