Malaui: Cómo la educación ha cambiado la vida de una joven refugiada
15 febrero 2021
«Desde el principio, ha sido una buena experiencia estudiar para ser enfermera. He llegado a aprender y a creer que no hay nada más gratificante que la profesión de enfermera», dice Divine Yusuf, una joven que está estudiando la carrera de enfermería y obstetricia en la Universidad de Mzuzu (Malaui) gracias a una beca de Naweza.
Naweza es una palabra suajili que significa «yo puedo». Se trata de una iniciativa del JRS en colaboración con la Fundación Fidel Götz, cuyo objetivo es dotar a las niñas refugiadas de la capacidad de aumentar su acceso y mejorar la calidad de su educación, seguridad y bienestar general.
Divine creció en el campamento de refugiados de Dzaleka, en el distrito de Dowa, en la región central de Malaui. Es la segunda nacida en una familia de seis hijos. A las complejidades de vivir en un campo de refugiados se sumó un padrastro estricto que no veía el valor de dar una educación a una niña. Su padre murió antes de que ella naciera, y el nuevo marido de su madre insistió en que Divine realizara las tareas domésticas en lugar de ir a la escuela.
A pesar de ello, su madre la animó a seguir estudiando, y Divine pudo mudarse a casa de su tío e inscribirse en la escuela. Sobresalió y fue seleccionada para asistir a la Escuela Secundaria de Bakhita.
«Mi tío quedó tan impresionado por lo bien que lo hice que aceptó pagarme la matrícula del primer curso», explica. Divine progresó y la vida se hizo mucho más fácil una vez que se liberó de su opresivo padrastro. Pero durante su tercer ciclo, su tío murió en un accidente de coche.
Regresó al campamento de Dzaleka sin perspectivas de seguir estudiando. Mientras sus compañeras se preparaban para dar el Junior Certificate Examination, ella pensó en abandonar la idea de terminar sus estudios. Sin embargo, su madre se negó a que ella renunciara a sus estudios.
«Pidió ayuda a unos amigos y acabé dando los exámenes. En el primer trimestre del tercer ciclo, tenía una amiga íntima en la escuela y sus padres se las arreglaron para pagarme la matrícula. Durante el segundo trimestre, la escuela también contribuyó a mis gastos hasta que obtuve el Malawi School Certificate of Education (MSCE) con la ayuda de diferentes personas que ni siquiera eran integrantes de mi familia».
El duro trabajo de Divine le valió altas calificaciones, sobre todo en matemáticas y ciencias. A partir de entonces, desarrolló un amor por la ciencia que la atrajo hacia el campo de la enfermería.
Cuando llegó el momento de prepararse para la universidad, los planes de Divine volvieron a verse obstaculizados por su padrastro, que a pesar de sus éxitos escolares se negó a pagarle la matrícula. Fue entonces cuando Divine se enteró del Proyecto Naweza del JRS. Recibió una beca que la puso en el camino académico. Sin embargo, llegó otro reto: la pandemia mundial de COVID-19.
¿Cómo afectó la pandemia a los estudios de Divine y a su vida en el campo de refugiados?
«Las escuelas estaban cerradas y no tuve más remedio que volver con mi familia. El COVID-19 ha tenido un gran impacto en la vida del campamento de Dzaleka, que está superpoblado, lo que dificulta el distanciamiento social y el riesgo de infección. En cuanto a mi trabajo escolar, Naweza proporcionó a los becarios de educación superior ordenadores portátiles que nos permitieron seguir cursos en línea. También nos proporcionaron paquetes de Internet para solucionar los problemas de mala conexión a la red, para que pudiera seguir mis cursos.»
Dejar la escuela en estas circunstancias afectó al espíritu de Divine. Su objetivo era terminar la universidad a finales de 2022. Pero la pandemia lo cambió todo y volvió a perder la esperanza de completar sus estudios.
Cuando la universidad volvió a abrir, Divine pudo regresar. Tuvo que adaptarse a la falta de recursos, como el acceso ilimitado a la biblioteca ―ahora solo se permite el uso de la estructura a un número reducido de estudiantes, como medida preventiva―. También temió por su salud cuando tuvo que volver a las prácticas clínicas en el Hospital Central de Mzuzu, ya que los estudiantes no disponían de suficiente equipo de protección personal. Pero el hecho de haber retomado sus estudios le devolvió la esperanza.
«He conseguido hacer algunos trabajos en grupo con amigos y Naweza sigue proporcionándome un paquete mensual de Internet, que me ayuda a descargar los libros y tutoriales necesarios.»
¿Qué mensaje daría Divine para inspirar a otras chicas refugiadas que quieran seguir estudios científicos?
Divine insiste en que otras jóvenes que pasan por dificultades no dejen que la pobreza les impida tener objetivos e ir a la escuela. «Aceptad el reto y seguid adelante a pesar de los obstáculos», le gustaría decir a las jóvenes en su situación.
De hecho, las ciencias son un área académica en la que rara vez se anima a las jóvenes a participar, y ella admite que no fue fácil sacar tan buenas notas hasta que se convirtió en su pasión y dedicación personal.
«Mis profesores y mentores me animaron a trabajar duro en la ciencia para poder considerarme digna entre los pocos, aquellos que se convertirían en antorchas brillantes que brillan a lo lejos. Instaría a las jóvenes a que estudiaran ciencias, ya que les darán una ventaja en un mercado laboral competitivo, especialmente en el campo de la medicina.»
Divine cree que la enfermería consiste en ser compasivo y tener un corazón bondadoso con todo el mundo, ya que es una carrera en la que se suele conocer a gente diferente.
«Hay alegría en ser una mano amiga, y el momento en que cuido a otra persona con amor incondicional me hace sentir que he logrado algo extraordinario en la vida.»