Cómo las comunidades protegen la salud mental en Sudán del Sur
10 octubre 2025

En Sudán del Sur, los drásticos recortes en la ayuda humanitaria han reducido o incluso eliminado los servicios de salud mental y apoyo psicosocial (SMAPS) que salvan vidas, lo que ha puesto aún más presión sobre un sistema ya frágil que depende en gran medida de los actores humanitarios.
En respuesta a esta crisis, el JRS ha seguido reforzando su enfoque comunitario hacia la SMAPS. Esto ha sido fundamental para mantener los servicios, aunque sea a menor escala. La idea detrás de este enfoque es simple: las propias comunidades son las principales expertas en su propio bienestar. Son las primeras en responder, aprovechando su conocimiento de los recursos locales, la cultura y las estrategias de afrontamiento.
Incluso si no hay una financiación amplia, las comunidades pueden seguir apoyándose mutuamente de forma orgánica cuando se les facilita de manera eficaz.

Las consecuencias del recorte de los servicios de salud mental
Han aumentado los mecanismos de afrontamiento perjudiciales, especialmente entre los jóvenes, junto con el aumento de los niveles de angustia psicológica y una preocupante escalada de los intentos de suicidio. Muchas personas que antes habían encontrado estabilidad gracias a programas psicosociales integrados están volviendo a tener dificultades, y algunas están sufriendo recaídas o un empeoramiento de sus síntomas.
Las familias con niños con necesidades especiales que dependían de los servicios de SMAPS integrados con otros programas esenciales —como la nutrición suplementaria y la fisioterapia— se han visto gravemente afectadas. Sus hijos han fallecido.
«El mayor reto es ahora», afirma Alamedin Abdulrahman, refugiado sudanés que trabaja con el JRS como visitador domiciliario en Sudán del Sur. «He visto cómo muchas organizaciones cerraban o reducían drásticamente su personal. Esto supone una mayor carga para nosotros. Como consejeros, recibimos preguntas tanto de los recién llegados como de los que ya están en el campamento, y debemos encontrar respuestas».

Las comunidades como expertas en su propio bienestar
El JRS colabora con líderes locales, integrantes de la Iglesia, asesores adjuntos y visitadores domiciliarios, tanto de las comunidades de refugiados como de las de acogida. Ayudan a identificar las necesidades, poner en marcha actividades y remitir a las personas para que reciban una asistencia más especializada.
Los visitadores domiciliarios viven y trabajan dentro de las comunidades. El JRS los ha formado en técnicas básicas de asesoramiento, dotándolos de las herramientas necesarias para ofrecer apoyo psicosocial inmediato y poner a las personas en contacto con servicios especializados. «Hacemos sensibilización puerta a puerta en el asentamiento, pero también organizamos sesiones grupales dentro del centro de acogida, especialmente para los recién llegados. Necesitan comprender gradualmente lo que está sucediendo, cómo establecerse bien y cómo evitar problemas. Utilizo mi edad, mi idioma y mi nacionalidad para ayudar a las personas a sentirse seguras y bienvenidas», continúa Alamedin.
En situaciones de crisis prolongadas, invertir en las comunidades locales es fundamental para garantizar la sostenibilidad del apoyo psicosocial. El enfoque comunitario se basa en la creación conjunta de soluciones con las comunidades, el fortalecimiento de las capacidades locales, el apoyo a los mecanismos de autoayuda existentes y el refuerzo de los recursos comunitarios y las redes de seguridad. Para que este modelo tenga éxito, es esencial consolidar estas capacidades y cuidar el bienestar de quienes desempeñan esta función de apoyo dentro de la comunidad.
«Nuestro trabajo es crucial porque permite a las personas superar el estigma y el miedo. Al llevar el apoyo a la comunidad, creamos espacios seguros donde los integrantes pueden abrirse y hablar de las dificultades a las que se enfrentan», explica Paulino, asesor adjunto de SMAPS en Sudán del Sur.

Un sistema que debe apoyarse, no socavarse
Sin embargo, los recortes en la ayuda están deshaciendo gran parte de los avances logrados en el fortalecimiento de la salud mental y el apoyo psicosocial basados en la comunidad. Están debilitando la forma en que las organizaciones se coordinaban y colaboraban anteriormente y están dejando a las personas vulnerables sin la ayuda que necesitan.
«La gente necesita la SMAPS. Algunos llegan aquí, a los campamentos o a los centros de acogida, pensando que su vida ha terminado. Pero si comprenden a las otras comunidades, si se les orienta hacia una visión intercomunitaria, pueden apoyarse mutuamente. Pueden convertirse en una gran familia. Esto les da la fuerza para empezar de nuevo y ser autosuficientes. Para seguir cuidando de sus hijos y buscar trabajo», concluye Alamedin.