Cómo la educación fomenta la esperanza de los niños y jóvenes desplazados: entrevista con Hiba Salem

22 agosto 2023

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Hiba Salem, investigadora de la Beca Pedro Arrupe en Migraciones Forzosas, hablando con estudiantes. En el contexto del desplazamiento, la educación es importante porque fomenta la esperanza y permite a los niños prepararse para su futuro.
Hiba Salem, investigadora de la Beca Pedro Arrupe en Migraciones Forzosas, hablando con estudiantes. (Servicio Jesuita a Refugiados)

Cuando Hiba cursaba el último año de sus estudios universitarios de Informática, estalló la guerra en su país, Siria. Consiguió terminar sus estudios, pero el conflicto la obligó a cambiar de planes. Hiba se trasladó al Reino Unido en 2014, donde ahora es investigadora de la Beca Pedro Arrupe en Migraciones Forzosas, que es una colaboración entre el Centro de Estudios sobre Refugiados (RSC) y Campion Hall de la Universidad de Oxford y el JRS.

Hiba lleva mucho tiempo investigando las conexiones entre la educación y el bienestar de la comunidad en contextos de desplazamiento, pero para la Beca Pedro Arrupe, su enfoque de investigación ha cambiado ligeramente. Ahora investiga el papel de la «esperanza» en la protección de las aspiraciones de los jóvenes en contextos de desplazamiento.

¿Qué le llevó a centrar su investigación académica en la educación en contextos de desplazamiento?

Cuando empezó la guerra en Siria, me di cuenta de lo importante que es la educación y de cómo puede verse completamente alterada en caso de guerra y desplazamiento. Así que empecé a informarme sobre educación y refugiados y vi que en muchas investigaciones no preguntamos a los niños refugiados qué quieren, sino que nos limitamos a pensar que lo sabemos. Por eso decidí pasar más tiempo con los niños y aprender de ellos para entender sus necesidades. Decidí centrarme en sus voces y en lo que es importante para ellos.

¿Cuál es el papel de las escuelas en un contexto de desplazamiento?

La realidad es que hoy en día las situaciones de desplazamiento duran muchos años. Los niños pueden nacer desplazados y convertirse en adultos desplazados. Puede que no sepan cómo será el futuro. Lo que aprendí de estos jóvenes es que quieren vivir su infancia y su juventud. Quieren saber quiénes son y sentirse apoyados y visibles. No quieren estar solos. Por eso es importante la educación. Es un espacio donde pueden aprender sobre sí mismos, cuál es su potencial y cómo pueden prepararse para su futuro.

¿Qué cree que significa «esperanza» para un niño que vive desplazado?

La esperanza es muchas cosas, y en mi investigación he aprendido que la esperanza es una forma de aceptar y comprender el significado del tiempo presente. Se trata de poder elegir cómo vivir el presente, y de la acción y las aspiraciones en las que cada individuo puede centrarse. Aunque el futuro parece muy incierto y los niños desplazados se enfrentan a contextos difíciles, hay relaciones significativas, vínculos con uno mismo y con la sociedad, e intercambios dentro y fuera del aula que construyen esperanza. En mi trabajo más reciente, escribo sobre cómo se puede construir la esperanza cuando ayudamos a los jóvenes a proteger la comprensión de su identidad y de sí mismos a través de estas conexiones, para que tengan una comprensión permanente de quiénes son independientemente de la incertidumbre.

En Ammán (Jordania) conocí a un profesor al que los niños consideraban su maestro favorito. Además de enseñar a niños jordanos, daba clase a niños refugiados sirios en el turno de tarde. El Sr. Faisal quería comprender mejor a sus alumnos y los retos específicos a los que se enfrentan para crear espacios seguros que les permitieran prosperar en la escuela. Reajustó el plan de estudios: además de la parte estrictamente educativa, añadió espacios de diálogo donde los alumnos pudieran procesar lo que estaban viviendo.

En un momento en que la guerra en Siria seguía muy activa, trató de cambiar pequeñas cosas para ayudar a los niños a adquirir las herramientas necesarias para superar las dificultades. Animó a sus alumnos a tener esperanza y a pensar en su futuro de un modo que les permitiera sanar y soñar.