El Papa Francisco conmemora el 40 aniversario del JRS

14 noviembre 2020

La escultura "Ángeles inconscientes" del artista canadiense Timothy P. Schmalz en la Plaza de San Pedro, Vaticano, dedicada a los migrantes y refugiados del mundo.
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Al Reverendo Thomas H. Smolich SJ, director internacional del Servicio Jesuita a Refugiados

En estos momentos en que el Servicio Jesuita a Refugiados celebra el cuadragésimo aniversario de su fundación por el Siervo de Dios Pedro Arrupe, les pido que transmitan mis  mejores deseos a las personas reunidas en el Centro Astalli, aquí en Roma, y ​​al personal así como a los voluntarios  del JRS en todo el mundo. Mis pensamientos se dirigen también de manera especial a los muchos hombres, mujeres y niños que buscan refugio y asistencia del JRS. ¡Que ellos y sus familias tengan siempre presente que el Papa está cerca y reza por ellos!

En su búsqueda por renovar y profundizar su compromiso de responder a las múltiples y complejas necesidades de los refugiados y otras personas desplazadas por la fuerza, rezo para que todos ustedes sigan sacando ánimo y sabiduría de la visión y del ejemplo de su fundador.

El Padre Arrupe transformó su conmoción por el sufrimiento de quienes huían de su tierra en busca de seguridad tras la guerra de Vietnam en una preocupación profundamente práctica por su bienestar físico, psicológico y espiritual. Este deseo profundamente cristiano e ignaciano de aliviar la situación de quienes se encuentran en la desesperación absoluta ha inspirado y guiado el trabajo del JRS durante los últimos cuarenta años: desde sus inicios con los vietnamitas que huían por mar a principios de la década de los 80, hasta el día de hoy, en que la pandemia del coronavirus ha dejado claro que toda la familia humana está “en el mismo barco”, enfrentando desafíos económicos y sociales sin precedentes (cf. Momento extraordinario de oración en tiempos de epidemia, 27 de marzo de 2020).

En efecto, son demasiadas las personas en el mundo  las que todavía se ven obligadas literalmente a aferrarse a balsas y botes en un intento por encontrar refugio frente a los virus de la injusticia, la violencia y la guerra. Ante estas graves desigualdades, el JRS tiene un papel clave que desempeñar en la sensibilización sobre la difícil situación de los desplazados forzosos. Les corresponde a ustedes  la tarea vital de tender la mano de la amistad a los que están solos, separados de sus familias, o incluso abandonados, acompañándolos y dándoles voz, especialmente ofreciéndoles oportunidades para crecer a través de programas educativos y de desarrollo. Su testimonio del amor de Dios al servir a los refugiados y migrantes es, además, esencial para construir la «cultura del encuentro» (cf. Fratelli Tutti, 30),  que es la única que puede sentar las bases de una solidaridad auténtica y duradera por el bien de nuestra familia humana (cf. ibid., 216-2 17).

De cara  al futuro, estoy convencido de que ningún contratiempo o desafío, ya sea personal o institucional, los distraerá o desanimará para responder con generosidad a esta llamada urgente de promover la cultura de la cercanía y del encuentro a través de su decidida defensa de aquellas personas a las que acompañan cada día.

Con estos sentimientos, reitero mis mejores deseos y oraciones por su trabajo y les pido también que me recuerden en sus plegarias. Pongo todo  el apostolado del JRS en manos de la amorosa intercesión de María, Madre de la Esperanza y Consuelo de los Migrantes, les imparto de corazón mi Bendición Apostólica como  promesa de alegría y paz en Cristo Nuestro Señor.

 

Roma, San Juan de Letrán

4 de octubre de 2020