Año Ignaciano – Ver todo nuevo en Cristo

20 mayo 2021

El 20 de mayo de 1521, un soldado llamado Ignacio de Loyola fue herido en la batalla de Pamplona. Al ser alcanzado por una bala de cañón, su pierna quedó gravemente dañada. Tras un largo periodo de convalecencia, el soldado herido se dio cuenta de que su carrera había terminado y su futuro era incierto. Pasó el tiempo leyendo el Vita Christi (Vida de Cristo) y un libro sobre la vida de los santos. La lesión física de Ignacio le dio la oportunidad de reflexionar y sanar espiritualmente. El soldado adoptó la vida de un peregrino: viajando con los pobres y marginados, aprendiendo a ver todas las cosas nuevas en Cristo.

Para celebrar su vida, el Padre Arturo Sosa, SJ, ha convocado un Año Ignaciano, que comenzará oficialmente el 20 de mayo de 2021, día en que se conmemora el quinto centenario de la conversión de San Ignacio, y terminará el 31 de julio de 2022, fiesta de San Ignacio.

El año responderá a las Preferencias Apostólicas Universales, anunciadas en 2019 y que se prolongarán hasta 2029, lo que refleja la dedicación de la Compañía de Jesús a responder a algunas de las necesidades más urgentes del mundo. El Padre Sosa presentó al Papa Francisco cuatro áreas de intervención de los jesuitas, y entre ellas destaca el compromiso de “caminar con los pobres, los marginados del mundo, aquellos que han visto violada su dignidad, en una misión de reconciliación y justicia”.

En este ámbito, el Padre Sosa destacó la necesidad de acompañar a los desplazados, a los refugiados y a las víctimas de las guerras y de la trata de personas; de defender la cultura y la existencia digna de los pueblos indígenas. El Año Ignaciano es una llamada a la Compañía y a los integrantes de la familia ignaciana en general ―es decir laicos, religiosos y religiosas, integrantes de las diócesis y personas de otras creencias o convicciones humanas― para reconocer nuestra humanidad compartida y mejorar la vida de las personas marginadas en todo el mundo.

La vida y la conversión de San Ignacio reflejan las luchas de los desplazados forzosos; aquellos cuyos sueños han sido destruidos por “balas de cañón” y obligados a una vida de incertidumbre. El Año Ignaciano es un período de renovación interna, un tiempo para la conversión de los corazones y las mentes. Para trabajar juntos como una sola familia humana por un mundo más justo, para que las personas marginadas puedan ganar dignidad y determinar su propio futuro.