Un viaje de esperanza y solidaridad en Siria: preguntas y respuestas con Gerry Baumgartner, jesuita en formación
24 octubre 2023
La reacción de la gente ante una catástrofe es imprevisible y a menudo sorprendente. Gerry Baumgartner, jesuita en formación, lo experimentó de primera mano cuando vivía en Homs, Siria. Fue enviado a Oriente Medio para realizar labores pastorales, especialmente catequesis a niños y jóvenes cristianos. El 6 de febrero de 2023, su misión cambió; unió sus esfuerzos a los de la población local, la comunidad jesuita y el JRS para responder al desastre causado por los terremotos que asolaron el país.
¿Qué le llevó a servir a los desplazados en Siria?
Yo vivía en Homs cuando un día la tierra tembló; personalmente, nunca había experimentado un terremoto tan fuerte. Ya era pleno invierno y hacía mucho frío, pero la gente se quedó en la calle durante días por miedo a nuevas sacudidas. Hubo unas mil réplicas a lo largo de la frontera entre Siria y Turquía; sin embargo, Homs fue la ciudad del norte del país que sufrió menos daños. En Alepo, el impacto fue mucho mayor, los edificios fueron destruidos y muchos desplazados acabaron en Homs buscando seguridad.
Al día siguiente de los terremotos, junto con algunos amigos jesuitas y jóvenes, empezamos a llevar comida a las primeras familias que llegaban de Alepo. En los días siguientes, las cifras se multiplicaron y nosotros también adaptamos nuestra respuesta a las nuevas necesidades; en la primera fase de respuesta, cubrimos las necesidades más básicas, como ropa, kits de higiene y medicamentos, así como primeros auxilios psicosociales.
La población local se movilizó inmediatamente para ofrecer apoyo a los desplazados.
Sí, lo más sorprendente fue la solidaridad de la población local. Los habitantes de Homs también se encontraban en una situación muy compleja, afectados por los terremotos y por problemas preexistentes, como el acceso a los alimentos y la falta de gas para la calefacción y gasolina para los coches. Sin embargo, enseguida entraron en acción, llevando lo que podían para los desplazados. Todos los días había, en la comunidad, más de cien personas ofreciendo su tiempo en apoyo de los afectados por los terremotos.
¿Qué se lleva de su experiencia con el JRS?
Creo que una cosa muy impactante que me ha quedado del trabajo con el JRS es la forma en que acompañan a la gente. Caminar junto a los que han sufrido desastres como parte de una respuesta de emergencia, estar con ellos en esos momentos difíciles, escucharles y exponerme como persona a su experiencia, fue algo profundamente impactante para mí. El JRS, en su trabajo, trata de considerar a la persona como un todo, con todas sus dificultades y necesidades, pero también con sus talentos y esperanzas. Creo que es la experiencia más profunda que he tenido de abrirme como persona no para pensar por alguien, sino con alguien.
¿Puede contarnos algún encuentro o acontecimiento especialmente transformador que haya vivido mientras trabajaba con desplazados forzosos?
Hay dos encuentros que me sorprendieron especialmente, muy diferentes entre sí pero con un hilo conductor común. Una noche, a última hora, recibimos la llamada de una persona, así que fuimos al albergue donde se alojaba con su familia. Era un piso muy pequeño de una persona de Homs, que había abierto las puertas de su casa a los necesitados; entramos y encontramos a un padre con sus cuatro hijos. En cuanto empezamos a distribuir comida y ropa, el hombre empezó a contarnos su historia. Cuando empezaron los terremotos, él y sus hijos salieron corriendo de su casa en Alepo, mientras que la madre se quedó atrás para intentar conseguir provisiones. El edificio se derrumbó sobre ella y él llegó a Homs sin conocer a nadie. Cuando terminó su relato, nos dio las gracias por estar allí y simplemente escucharle.
El segundo encuentro tuvo lugar cuando empecé a trabajar con el JRS. La gente nos expresaba la necesidad de acompañamiento y apoyo psicológico, así que pensamos en una actividad en la que pudieran participar todas las personas a las que servimos, tanto cristianos como musulmanes. En aquel momento era Ramadán, el mes sagrado de oración y ayuno para nuestros hermanos musulmanes. Invitamos a grupos de personas a participar en un evento vespertino con el equipo de salud mental y apoyo psicosocial (SMAPS) del JRS. Tras las actividades, comimos juntos el tradicional «Iftar», la cena musulmana para romper el ayuno. Después de compartir nuestros pensamientos y emociones, compartimos la comida. Nunca olvidaré este ambiente de fraternidad entre nosotros. Fue un buen momento: nos conocimos, compartimos comida y nos reímos.
Estas dos experiencias me abrieron los ojos. Me di cuenta de que, además de prestar asistencia básica, tenemos que ir a los sitios, estar con la gente, escucharles.
¿Qué puede decirnos del impacto del terremoto y sus secuelas en la vida de la gente?
Ahora la situación es como antes, pero un poco peor: a la destrucción causada por la guerra se suman los efectos del terremoto, tanto psicológicos como materiales. La gente ha perdido la sensación de seguridad. Todavía conozco a personas que no pueden ducharse porque, aunque han pasado varios meses, siguen teniendo miedo de que si se meten en la ducha vuelva a ocurrir el terremoto. El JRS sigue caminando al lado de estas personas, no solo proporcionando ayuda de emergencia, sino también tratando de integrar proyectos educativos, de medios de vida y de construcción de comunidades para que la gente pueda volver a ponerse en pie y recomenzar sus vidas.