Año Ignaciano: ser capaces de amar y servir
13 septiembre 2021
Ryan Birjoo, SJ, un jesuita en formación que trabaja con el JRS en Beirut como parte del equipo regional de Oriente Medio y África del Norte, comparte su “momento de bala de cañón” y cómo ve la vida y las enseñanzas de San Ignacio en el trabajo que hace para el JRS.
¿Qué le llevó a trabajar para el JRS y cuál es su función actual?
Mi trabajo con el JRS es parte de mi ministerio, un período de trabajo a tiempo completo entre el estudio de la filosofía y la teología en mi formación para ser sacerdote jesuita. Mis superiores me enviaron a trabajar con el JRS tras un periodo de discernimiento. El Oriente Medio, y la historia eclesial aquí, me ha interesado durante muchos años. La situación de las personas obligadas a huir en los conflictos más recientes me conmovió profundamente. Sentí el deseo de servir y cuando surgió la posibilidad de trabajar con el JRS, sentí que había una coincidencia entre mi deseo y esta necesidad.
En mi función actual, trabajo en el departamento de comunicaciones del JRS MENA (Oriente Medio y Norte de África). Es un papel muy privilegiado ya que puedo ver el impactante trabajo que el JRS realiza en los países del Líbano, Siria, Irak y Jordania. También soy testigo de la pasión que impulsa a nuestro personal. Para muchos, el JRS es más que un trabajo, es un lugar de misión donde contribuyen activa y significativamente al mundo a través de actos de servicio.
¿Cuál es su historia vocacional? ¿Qué le llevó a los jesuitas y a trabajar con los refugiados? ¿Tiene un momento de “bala de cañón”?
Entré en los jesuitas hace seis años, después de pasar algunos años considerando la posibilidad de la vida religiosa. La idea de poder amar y servir me llenaba de alegría, mientras que otras veces no estaba exenta de temor y aprensión. Si renunciara a todo, ¿qué clase de legado dejaría en el mundo?
Supongo que mi propio momento de bala de cañón llegó cuando viví la muerte de una buena amiga mía que tenía más o menos mi edad. Estaba con mi amiga y su familia cuando falleció y esta experiencia me hizo reflexionar sobre el tipo de vida que quería vivir. Por difícil que fuera, sentí el poder de una comunidad de fe y supe que tenía que comprometerme más profundamente con la invitación que Dios había puesto en mi corazón para explorar la vida religiosa.
Los jesuitas me atrajeron especialmente porque me encontré con figuras como Pedro Arrupe, el que fuera jefe de los jesuitas y fundador del JRS, que conectaba la cabeza con el corazón. Cuando empecé a conocer a los jesuitas, me impresionó su compromiso con la misión y su pasión por abrazar la realidad con toda su complejidad. Desde que entré, he adquirido un especial aprecio por el valor que la espiritualidad ignaciana otorga a la búsqueda de Dios en todas las cosas. San Ignacio nos invita a encontrar al Dios que mira el mundo con compasión y trabaja por nosotros, con nosotros y a través de nosotros para llevarnos a la plenitud de la vida.
¿Hay algo de la vida de San Ignacio que le inspire en su trabajo para el JRS?
San Ignacio siempre se refirió a sí mismo como “peregrino”. Esta región era preciosa para él y vino aquí para entender mejor la realidad concreta que vivió Jesús. Ser peregrino significa estar abierto a la posibilidad del encuentro con el otro en circunstancias que uno no siempre controla. Las personas a las que servimos tuvieron muy poca elección al estar en un viaje difícil. Sin embargo, al acompañarlas, aprendemos unos de otros en el camino y tenemos la posibilidad, creo, de ver mejor nuestra humanidad compartida.
Para mí, esto quedó ilustrado en uno de nuestros centros sociales en el Líbano, donde un grupo de mujeres cristianas superó su recelo inicial hacia las mujeres musulmanas hasta el punto de prepararles un plato de Iftar (que rompe el ayuno diario del Ramadán). Se formaron amistades y las difíciles circunstancias dieron lugar a una fructífera iniciativa.
¿Cómo cree que la visión y la espiritualidad de San Ignacio han continuado a través del trabajo del JRS?
La visión y la espiritualidad de San Ignacio continúan cada día en el JRS, especialmente a través de los actos de servicio hacia los marginados. Una cita que se atribuye a menudo a San Ignacio es que “el amor se pone más en las obras que en las palabras”. En las acciones concretas de acompañamiento, servicio y defensa, el JRS encarna el amor en sus proyectos en todo el mundo. Los valores que provienen de la fe nos ayudan a ver que todos somos hermanos y que cada persona tiene la dignidad de ser hijo de Dios.