Año Ignaciano: estar cerca de los refugiados y viajar juntos

06 junio 2022

Christina Zetlmeisl, directora nacional del JRS en Uganda, entre Patrick Muhimpundu y Simeon Chubaka, graduados del curso de Redes Informáticas Avanzadas de la Universidad de Makerere y empresarios locales.

¿Cuándo se unió al JRS y cuál es su función actual?

Me uní al JRS en abril de 2017 como responsable de programas para el JRS Uganda. Desde julio de 2021 desempeño el cargo de Directora Nacional. En pocas palabras, esto implica la supervisión y gestión general de las intervenciones del JRS en Uganda, desde los recursos humanos, pasando por las finanzas y el cumplimiento, hasta la creación de redes con socios y donantes.

Antes de incorporarme al JRS, estuve trabajando en Alemania con una cooperativa de microfinanzas. En un momento dado, me puse en contacto con un jesuita en Roma, al que conocía desde hacía tiempo, que me puso en contacto con el Director Regional del JRS en África Occidental. Participé en una entrevista y me ofrecieron el puesto de responsable de programas en Bangui, República Centroafricana. En aquel momento, esto me pareció un poco arriesgado y con agradecimiento, rechacé la oferta, entonces envié mi solicitud a la Oficina Regional de Nairobi. Había dos posibilidades, en Kenia o en Uganda. Elegí Uganda y desde hace cinco años es mi hogar.

 

¿Qué le llevó a servir a los refugiados? ¿Tiene un momento de «bala de cañón» que le llevó a dedicar su vida a los marginados?

No [empecé] necesariamente por los refugiados, sino por encontrar una responsabilidad y una tarea que me diera satisfacción. Al final del día, cuando miro atrás y me pregunto qué he conseguido o qué he hecho, siempre sé la razón por la que hago lo que hago.

Durante mis estudios, participé en un workcamp en Kenia en 2002, cerca del lago Kisumu, organizado por Kolping International. Esas cuatro semanas fueron la mejor experiencia de mi vida y supe que un día viviría y trabajaría en el extranjero.

Mi experiencia de trabajo con la Oficina de Misiones Jesuitas en Nuernberg, Alemania, de 2006 a 2011, me abrió los ojos a diferentes proyectos en todo el mundo, incluido el JRS. Estoy convencida de que esta oportunidad me abrió las puertas a donde estoy hoy.

Durante mis diferentes experiencias de trabajo en Alemania, siempre sentí que me faltaba algo. Aquí en Uganda, al estar cerca de los refugiados, es fácil ver la lucha diaria y los esfuerzos que resultan en la mejora de la vida de aquellos a los que servimos.

Al estar cerca de los refugiados, es fácil ver la lucha diaria y los esfuerzos que resultan en la mejora de la vida de aquellos a los que servimos.
Christina Zetlmeisl, directora nacional del JRS en Uganda

¿Hay algo de la vida de San Ignacio que le inspire en su trabajo para el JRS?

Siguiendo los principios ignacianos para tomar decisiones piadosas, tenemos que tomarnos tiempo con cualquier decisión que tengamos que tomar, ser pacientes, confiar en el proceso y, en última instancia, confiar en que Dios nos llevará al lugar correcto si hacemos nuestra parte lo mejor que podamos.

Ser paciente no ha sido ni es todavía mi fuerza. Me obliga a diario a replantearme mi forma de afrontar los retos y las tareas, especialmente cuando se trata de seres humanos.

 

El papa Francisco dice: «Nadie se salva solo. O nos salvamos juntos o no nos salvamos». ¿Cómo le afecta este mensaje a usted y a su experiencia con los desplazados forzosos?

Al reflexionar sobre los beneficiarios que personalmente he conocido y sigo conociendo, ya sea en Kampala o en Adjumani, refleja las experiencias cotidianas con las que nos encontramos. Caminando a su lado, viajando con ellos, incluso solo estando allí y escuchando lo que comparten, les damos esperanza; les ayudamos a creer y a confiar en un hoy y un mañana mejores. Al caminar juntos, podemos ayudar y tratar de aliviar la carga. Pero solo podemos hacerlo gracias al generoso apoyo de los distintos benefactores y a la gracia de Dios.

Hace unas semanas, Peter*, un refugiado de la RDC, se sentó en mi despacho y rompió a llorar. Él y su esposa llegaron a Uganda en 2016, con sus cinco hijos y un sobrino que habían acogido. Como Peter —quien sobrevivió a las torturas—, no puede trabajar debido a sus lesiones, su mujer siempre mantuvo a la familia. Cuando ella falleció el año pasado, las necesidades de su familia aumentaron exponencialmente. Peter vino a pedir ayuda para enviar a sus seis hijos a la escuela. Aunque solo pudimos ofrecer becas educativas al mayor y al menor, se sintió inmensamente aliviado.

Estos son los momentos en los que nosotros, como JRS, tenemos que estar ahí, aunque no tengamos necesariamente los medios económicos para apoyar; pero nuestra presencia marca la diferencia.

 

 

*Los nombres se han cambiado para proteger la privacidad.