El jesuita escolástico Matt Ippel, SJ, sirvió con el JRS en Jordania al principio de la crisis siria y en Sudán del Sur desde 2019 hasta 2021. Ahora está completando sus estudios de teología en París, Francia.
¿Cuál es su historia vocacional? ¿Qué le llevó hacia los jesuitas y a trabajar con los refugiados? ¿Ha tenido un momento “bala de cañón”?
Crecí en una familia llena de fe, pero no era católico, me criaron como luterano. Fui a un colegio jesuita en Detroit, uno de los colegios jesuitas de allí. En realidad, ocurrió en el verano de 2008, en un viaje de inmersión con mis compañeros de la escuela secundaria y academia jesuita de la Universidad de Detroit. Fuimos a Honduras durante dos semanas.
En medio de eso hubo una larga peregrinación de fin de semana a El Salvador y en uno de estos viajes fue cuando fui por segunda vez a Honduras. Creo que una parte de la fe y de la vocación estaban presentes allí.
El mero hecho de hablar y escuchar las historias de la gente, hablar con ellos sobre cuán importantes, esperanzados y llenos de fe estaban [me inspiró].
Creo que eso me llevó a convertirme en católico y luego en jesuita. No fui a Georgetown pensando que iba a ser jesuita, había pensado en hacerme católico. Sucedió en mi primer año como estudiante novato. Cuando empecé a pensar en ello —al perfeccionar mi especialidad dentro de la School of Foreign Service— y al mirar los estudios regionales, realmente me interesaban los temas de justicia y desarrollo en lugares como Honduras.
Me trajo recuerdos de esos jesuitas en El Salvador. Luego me acerqué a los jesuitas de Georgetown que también hacían lo mismo a su manera, con sus estudios particulares o a través de la pastoral universitaria o lo que sea, o viéndolo también en mi escuela secundaria, cómo su vocación también tenía esta verdadera cercanía y compromiso de trabajar y acompañar a los que están en los márgenes.
¿Qué le llevó a trabajar para el JRS?
Estudié en Jordania y Ammán era estupenda. Viví con una familia de acogida y creo que una de las cosas más satisfactorias fue cuando trabajé con el JRS dando clases de inglés. Eso fue antes de la Guerra Civil de Siria, que estalló en 2011. Yo estuve allí en otoño de 2011 en Ammán. La oficina del JRS acabaría creciendo rápidamente y teniendo grandes campamentos en Jordania entre tantas cosas. Esa oficina estaba alojada en los centros de retiro de los jesuitas o en el centro jesuita de Ammán. Luego iba a una escuela donde nos reuníamos y hacíamos lecturas de nivel intermedio.
Era divertido. Eso me sacaba fuera de mi entorno académico, trabajaba en árabe, pero también me parecía lo más natural. Era fácil conectarse de manera muy sencilla. Podía ser de alguna ayuda como voluntario.
¿Cuál es su función actual en el Servicio Jesuita a Refugiados?
Matt Ippel, SJ, sirvió con el JRS Sudán del Sur en Maban desde 2019 hasta 2021. Ahora está completando sus estudios de teología en París, Francia.
Creo que algo que me entusiasma de París es la presencia del JRS y el trabajo con los refugiados urbanos. Un par de amigos, que han hecho algún trabajo con ellos en los últimos años, opinan que es muy fácil entrar. Creo que será una parte formal de mi ministerio, como el trabajo apostólico mientras esté en París, o informal, que de alguna manera irá tomando forma.
Creo que el tiempo que pasé en Maban fue inmensamente rico y satisfactorio, fue todo un reto. Trabajar con una organización que he llegado a valorar de verdad y poder decir: «Vaya, esto es algo que podría verme haciendo en el futuro y después, cuando, ojalá, me ordene sacerdote más adelante».
¿Hay algo de la vida de San Ignacio en lo que se basa en su trabajo para el JRS?
Por ejemplo, la idea de encontrar a Dios en todas las cosas. Creo que la impresionante capacidad de Ignacio para encontrar a Dios y reconocer la acción de Dios y cómo el espíritu se mueve dentro de la gente o dentro de un contexto particular.
Algo más, y supongo que relacionados con esto, son el discernimiento, discernir entre si algo viene de un lugar de miedo, de un lugar de ira, o si viene de un lugar de esperanza, un lugar de alegría, de consuelo. Entonces, yo mismo veo ambas cosas muchas veces. Reconocer que nuestras mejores decisiones se toman a partir del «yo pienso», decisiones que proceden, o que están arraigadas en una experiencia de discernimiento. Discernir cómo el espíritu está trabajando y reconocer y decirse: «Wow, en realidad estoy viniendo de un lugar en que tengo miedo y estoy enojado». Eso no viene de Dios. Creo que ese es otro regalo que Ignacio sigue dejándonos.