¿Cuándo se incorporó al JRS y cuál es su función actual?
Soy director internacional del Servicio Jesuita a Refugiados desde octubre de 2015. Fui nombrado director internacional entrante en 2014 y antes de llegar a Roma, pasé cuatro meses trabajando con el JRS en Masisi, República Democrática del Congo.
Masisi fue una gran experiencia de cómo trabaja el JRS, aunque no fue mi primera experiencia en el trabajo con migrantes y refugiados; había trabajado en la parroquia Dolores Mission en el este de Los Ángeles poco después de la ordenación; pero fue mi primera experiencia de la forma de proceder del JRS y aprendí mucho.
¿Qué le llevó a servir a los refugiados? ¿Tiene un momento de «bala de cañón» que le llevó a dedicar su vida a los marginados?
No estoy seguro de haber tenido un momento de bala de cañón… en términos de mi propia formación jesuita, [tuve] un deseo y una experiencia gradual y profunda de trabajar con los marginados. Sin embargo, puedo decir que quizás el momento más importante fue el discernimiento que hice, en el contexto de mi discernimiento de ordenación, de aprender finalmente el español. Durante muchos años había hecho varios intentos de aprender español.
Aprender español me abrió una puerta a una forma diferente de ver el mundo, a poder acompañar a las personas marginadas, especialmente en California. Eso me abrió toda una nueva forma de ser y estoy profundamente agradecida por ello.
¿Hay algo de la vida de San Ignacio que le inspire en su trabajo para el JRS?
Lo que más me inspira es que cuando se fundó la Compañía en 1540, San Ignacio se imaginaba yendo a hacer grandes cosas para Dios, ¡quién sabe dónde! Pero pasó el resto de su vida en Roma.
Ignacio tuvo una increíble apertura —un increíble abandono, digamos— a lo que Dios tenía pensado para él. Eso me inspira, en este momento de mi vida más que nunca, a estar lo más cerca posible de Dios y de su pueblo y a hacer lo que pueda para abrazarlos, abrazar a Dios y ser llamado, para ser llevado a donde debo ir.
El papa Francisco dice: «Nadie se salva solo. O nos salvamos juntos o no nos salvamos». ¿Cómo le afecta este mensaje a usted y a su experiencia con los desplazados forzosos?
Todos estamos en la misma barca, como dice él; la increíble imagen de «Angels Unaware» en la Plaza de San Pedro sigue inspirándome cada vez que la veo. Estamos juntos en este barco, vayamos donde vayamos. Es un recordatorio de que, para el JRS, en nuestra forma de intentar acompañar y servir y defender… especialmente en el acompañamiento, ese encuentro es una calle de doble sentido.
No puedo ser salvado de mi egoísmo, de mi terquedad, de lo que sea de mi origen y de mis privilegios, sin acompañar y escuchar a las personas con las que estamos llamados a comprometernos, con las que estamos llamados a compartir la vida.
O lo hacemos juntos o no lo hacemos. Una verdadera gracia.